En mi imaginario de Costa Rica estaban sus dos costas bañadas por los océanos Pacífico al occidente y Caribe al oriente, con más de mil kilómetros de litoral de playas de arenas blancas, negras y doradas, olas que retan a experimentados surfistas, manglares que se hunden en aguas tranquilas y naturaleza por donde se le mire. Sin embargo, estaba lejos de descubrir que detrás de ese paisaje exuberante había algo más profundo: cómo un país entero ha hecho de su relación con la vida una filosofía de bienestar.
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Mi primer viaje a este país centroamericano no me llevó al mar y la playa sino al llamado corazón verde del Pacífico costarricense donde, por esta época del año, son más constantes los microclimas que caracterizan a la región brindando un verdadero espectáculo natural.
Monteverde y la provincia de Alajuela concentran una parte esencial de la riqueza ecológica de Costa Rica. El primero se alza justo sobre la división continental que separa las aguas que van al Caribe de las que fluyen hacia el Pacífico, y es hogar de un bosque nuboso suspendido entre dos climas que parece reunir lo mejor de ambos mundos, pues pese a que la temperatura no baja de los 18° C, las corrientes cruzadas de los vientos le recuerdan a quien las experimenta lo minúsculos que somos con relación al universo.
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En la provincia de Alajuela, el volcán Arenal se levanta como un ícono geológico de la región, rodeado de selva tropical, ríos termales y antiguos flujos de lava que drenan hacia el Golfo de Nicoya.
Allí, es imperdible navegar el lago artificial más grande de Costa Rica, Arenal, donde se pueden practicar actividades como paddle board o kayak mientras se divisa el volcán o visitar la catarata La Fortuna y las aguas termales.
Teleférico en Monteverde. Foto:Jesus Fung Yan /ICT
“Costa Rica es uno de los pocos países del planeta que puede decir con absoluta certeza que su producto estrella es la vida misma. Mientras otros destinos se promocionan con infraestructura, historia o lujo, nosotros le decimos al mundo: venga a respirar, a escuchar el agua correr, a ver las nubes danzar entre las copas de los árboles, a encontrarse con una rana, un colibrí, una raíz…”, me cuenta Luis Pérez, guardián del bosque en Treetopia Park, un parque que comenzó en 1997 y que es pionero de los puentes colgantes en el país.
Los bosques nubosos, que representan apenas el uno por ciento de los ecosistemas forestales del planeta, son hogar de cerca del 15 por ciento de las especies de aves, mamíferos y helechos arborescentes del mundo. No obstante, acceder a ellos suele ser difícil, ya que se encuentran en pendientes abruptas, altitudes elevadas o zonas montañosas remotas. Pero, en Monteverde se les puede recorrer todo el año.
Mientras otros destinos se promocionan con infraestructura, historia o lujo, nosotros le decimos al mundo: venga a respirar, a escuchar el agua correr, a ver las nubes danzar entre las copas de los árboles
“Buscamos usar el asombro como un catalizador de cambio en las personas, ofreciendo oportunidades de aventura con propósito. Por ejemplo, puedes escalar dentro de un árbol, como lo haría un mono, o caminar entre árboles por cuerdas flotantes de la misma forma que lo haría un oso perezoso. Incluso, suspenderte de cabeza experimentando ser un murciélago dentro del bosque, eso crea una interacción directa con el entorno que no solo deja una sensación de aventura, sino que abre la puerta a una experiencia de reconexión”, destaca por su parte Daniel Villegas, biólogo tropical y guía en Savia, que ofrece visitas dirigidas por profesionales en movilidad forestal.
El poder de la biofilia: ¿qué es y por qué es saludable para los seres humanos?
Un oso perezoso en la naturaleza. Foto:ICT
Los beneficios de este tipo de turismo van mucho más allá de descubrir paisajes únicos y fascinantes. Detrás de la emoción que produce caminar entre la neblina o escuchar el canto de un ave invisible se esconde una pulsión más profunda: la biofilia, esa afinidad innata que sentimos hacia lo vivo.
El psicoanalista Erich Fromm acuñó el término en los años 60 para describir “el amor por la vida y lo viviente”, una fuerza vital tan esencial como el amor entre los seres humanos. Décadas después, el biólogo Edward O. Wilson llevó la idea al terreno de la ciencia y demostró que millones de años de evolución nos moldearon para prosperar en entornos naturales, no en concreto y pantallas.
No hace falta ‘amar’ la naturaleza para beneficiarse de ella. El efecto es universal. El cerebro responde igual.
Dicha conexión tiene efectos tangibles en nuestro bienestar. Numerosos estudios —como los del neurocientífico Marc Berman, de la Universidad de Chicago, y los revisados por Gillis y Gatersleben— han demostrado que pasar tiempo en entornos naturales reduce los niveles de cortisol —la hormona del estrés—, fortalece el sistema inmune y mejora la atención y la creatividad.
“Los datos ya no dejan lugar a dudas: la naturaleza no es solo agradable, es terapéutica”, insiste Luis Pérez al explicarme que Berman, en su libro Nature and the Mind, publicado este año, revela que dos horas semanales en la naturaleza mejoran la memoria, la concentración y la regulación emocional.
“Además, no hace falta ‘amar’ la naturaleza para beneficiarse de ella. El efecto es universal. El cerebro responde igual”, explica.
Costa Rica tiene una amplia variedad de paisajes. Foto:IStock
“Es como darle un reinicio a la mente y al cuerpo”, me cuenta a su vez Eugenia Lizano, guía certificada de terapia de bosque por la ANFT (Association of Nature and Forest Therapy) y creadora de Psiconatura, un espacio donde la psicología se encuentra con la naturaleza.
El llamado Baño de Bosque o Forest Bathing es una experiencia sensorial inspirada en la medicina preventiva japonesa (Shinrin-Yoku) en la que las personas conectan con el bosque a través de la atención plena.
A menos de una hora de San José se encuentra Sarchí, cuna de la artesanía nacional y famoso por sus coloridas carretas pintadas a mano. Allí, también se puede visitar el Jardín Botánico Else Kientzler que ofrece una colección de plantas tropicales y senderos ideales para darse un Baño de Bosque.
El bosque ofrece bienestar inmediato cuando se desarrollan experiencias terapéuticas. Foto:Travel Japan
“Una caminata de aventura busca ciertamente explorar nuevos sitios, concentrándose en el reto físico, pero muchas veces la velocidad y el sentido de urgencia siguen ahí como si se tratara de nuestra lista de pendientes del día, mientras que la experiencia guiada de Baño de Bosque invita a lo contrario: a detenerse, a respirar y reconectar con la naturaleza; nos permite observar nuestro entorno a través de los sentidos para que, a través de un facilitador entrenado, nos relajemos poco a poco”, me relata Eugenia.
Para ella, la regulación emocional que provoca este tipo de terapia permite que empiece a suceder “la magia de la restauración”, algo que pude experimentar profundamente tras una hora de este “baño natural”.
Pura Vida: una filosofía de vida que invita a reconectar con la naturaleza
“El turismo de bienestar en Costa Rica es una experiencia profundamente auténtica, donde el visitante realmente puede desconectarse del ruido cotidiano para reconectar con la naturaleza. Para nosotros, el bienestar no es una tendencia, sino una forma de vida”, me cuenta por su parte Heilyn James, del Instituto Costarricense de Turismo, al explicarme que el país alberga el 6,5 % de la biodiversidad del planeta, “lo que nos convierte en un verdadero corredor biológico natural”.
James destaca que, desde hace más de cuatro décadas, el país apostó por un modelo de desarrollo basado en la conservación: abolió su ejército para invertir en educación y medioambiente, y hoy más del 25 % de su territorio está protegido bajo distintas figuras de conservación gracias a sus vanguardistas leyes de biodiversidad que tienen como objetivo conservar la naturaleza y promover el uso sostenible de los recursos naturales, facilitando además la participación social en las decisiones medioambientales.
Chela y su fogón donde ofrece clases de cocina. Foto:Stephany Echavarría
Algo que se hace evidente donde se vaya. Chela, una apasionada de su país, le apostó a crear un espacio gastronómico donde ofrece clases personalizadas de comida auténtica costarricense en medio de los entornos selváticos de La Fortuna.
El famoso gallo pinto, con fríjoles y arroz de base; el casado, el ceviche de banano, el pollo achotado o el chayote son delicias que no solo se disfrutan en el llamado Fogón de Chela sino que se pueden aprender a hacer generando una conexión con los ingredientes naturales que abundan en la zona y con sus habitantes, todos comprometidos con el crecimiento cooperativo y en pro de la naturaleza.
Una misión que convirtió al país en un laboratorio natural donde el turismo no se mide por cifras, sino por transformación.
Por eso, cuando un viajero recorre los bosques de Costa Rica, no solo contempla un paisaje: participa de una terapia ancestral. Cada respiración entre las hojas húmedas, cada pausa frente a un arroyo es una forma de restaurar algo que la vida moderna nos ha hecho olvidar: nuestra pertenencia a lo vivo.
Como me lo reconoce Daniel, de Savia, “el concepto de Pura Vida –eslogan del país- es una forma de ser y vivir. Es una identidad que se basa en el amor a los demás sin esperar nada a cambio”.
Imperdibles si visita Costa Rica en busca de bienestar
- La Fortuna de San Carlos: reconocida mundialmente por sus termales naturales y su cercanía al majestuoso Volcán Arenal. Es ideal para quienes buscan relajación profunda y conexión con la naturaleza a través de spas, baños termales, yoga y terapias con aguas volcánicas.
- Pacífico Norte (Guanacaste): sus playas, como Tamarindo o Nosara, son verdaderos epicentros del turismo de bienestar. Aquí convergen prácticas de yoga, alimentación saludable y descanso frente al mar. Nosara, en particular, ha sido catalogada como uno de los mejores destinos del mundo para retiros de yoga y meditación.
En la región habitan cuatro especies de monos: mono araña, capuchino, aullador y el tití. Foto:Camilo Peña Castañeda
- Monteverde: el bosque nuboso ofrece un entorno único para la introspección y el mindfulness. Caminar entre senderos cubiertos de neblina, rodeados de aves y vegetación exuberante, se convierte en una experiencia transformadora.
- Península de Osa y Parque Nacional Corcovado: una joya de biodiversidad, ideal para quienes buscan experiencias inmersivas en la naturaleza. Los alojamientos sostenibles de la zona integran el bienestar con la conservación, promoviendo la reconexión con el entorno selvático.
- Caribe Sur (Puerto Viejo y Cahuita): este rincón del país combina el encanto caribeño con un ambiente relajado perfecto para el descanso y el equilibrio. En la zona se realizan retiros de yoga, talleres de meditación y actividades que conectan el bienestar con la cultura afrocaribeña y la naturaleza tropical.
STEPHANY ECHAVARRÍA – Editora Internacional – EL TIEMPO @stephechavarria
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