Trinidad y Tobago, la nación insular de poco más de 1,3 millones de habitantes situada a apenas 11 kilómetros de la costa de Venezuela, ha abandonado su tradicional neutralidad para convertirse en un protagonista de la geopolítica regional.
Impulsado por su ubicación y sus recursos, el país ha redefinido su política exterior, tensando las relaciones con el gobierno de Nicolás Maduro para afianzar su alianza con Estados Unidos.
El cambio de rumbo fue liderado por la primera ministra del país, Kamla Persad-Bissessar, quien asumió el cargo en mayo.
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Su gobierno se ha distanciado de la política de cooperación entre países del Caribe (Caricom) para acercarse a la agenda estratégica de Occidente.
Según analistas, una de las razones clave de este giro es interna: la gran preocupación por el crimen en Trinidad y Tobago. La primera ministra ha intentado demostrar “mano dura” con la seguridad. Persad-Bissessar argumenta que los países pequeños “no cuentan con los recursos financieros ni militares para enfrentarse a los cárteles de la droga” por sí solos.
Este nuevo posicionamiento se hizo evidente a fines de octubre, cuando el destructor estadounidense USS Gravely llegó a la capital, Puerto España, para realizar ejercicios militares durante varios días. Venezuela calificó la presencia del buque como una “provocación militar”.
Además, el gobierno de Trinidad y Tobago defendió y elogió una operación naval estadounidense en el Caribe contra una presunta embarcación con drogas, que resultó en 11 muertos. “A mí, junto con la mayor parte del país, me alegra que el despliegue naval estadounidense esté teniendo éxito en su misión”, dijo Persad-Bissessar en un comunicado, añadiendo que todos los narcotraficantes “deberían ser asesinados violentamente”.
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Trinidad y Tobago, su ubicación es estratégica
La ubicación de Trinidad y Tobago es un punto geográfico clave que une al Caribe con América del Sur, convirtiéndolo en un paso estratégico para el comercio, la inmigración y la seguridad. A esto se suma su fortaleza industrial: el país tiene un sector energético desarrollado que produce y exporta gas natural licuado, amoníaco y metanol.
Con este apoyo a las acciones de Estados Unidos, los expertos señalan que el gobierno de Persad-Bissessar puso fin a la cautelosa neutralidad que antes permitía a Trinidad y Tobago servir de puente entre Washington y Caracas. Se espera que, a cambio de su alineamiento con Donald Trump, el país obtenga beneficios económicos, asistencia en defensa y nuevos canales de financiación.
Las repercusiones de este giro han sido inmediatas. El Parlamento de Venezuela declaró “persona non grata” a la primera ministra trinitense por sus decisiones. Las relaciones entre Puerto España y Caracas se encuentran en uno de sus puntos más bajos.
A nivel práctico, la tensión ha paralizado años de negociaciones sobre proyectos conjuntos de gas, como el yacimiento Dragón. Este campo, que acumula retrasos por las sanciones de Estados Unidos, es vital para Trinidad y Tobago, que busca aliviar su propia escasez de gas. La cooperación energética, que era la base del vínculo, ahora está afectada por la política.
Analistas indican que Trinidad y Tobago ha roto con la política colectiva de no alineamiento que mantuvo durante décadas junto al Caricom. Ahora, busca fortalecer lazos con Guyana y Surinam, conformando un nuevo corredor energético en el Caribe oriental, más alineado con la inversión occidental.
*Este contenido se realizó con ayuda de una IA y fue revisado por un periodista.
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