En un momento en que la democracia enfrenta tensiones crecientes y el autoritarismo gana terreno en distintos rincones del planeta, León Krauze, periodista mexicano, columnista de The Washington Post y una de las voces más respetadas en el análisis político de América Latina, conversó con EL TIEMPO en el marco de la Convención Internacional de Seguros de Fasecolda 2025 sobre los riesgos de la polarización, el impacto del populismo armado y el avance de los modelos autocráticos. En la entrevista, Krauze advierte sobre la fragilidad de las libertades, la urgencia de cambiar el debate público y el papel crucial que tienen la prensa, la sociedad y los empresarios en la defensa de la democracia.
¿Qué hay detrás de la exacerbación en la opinión pública que nos está llevando de nuevo a escenarios de violencia política en países como Estados Unidos y Colombia?
Estamos viviendo una etapa no inédita, eso hay que subrayarlo también, de crispación, polarización, indecencia, que deriva en muchos casos en violencia política o en que el fantasma de la violencia política vuelva a ser su tan temida aparición. Y lo vemos, sin duda, en Estados Unidos, en donde el discurso político y la vida pública se han polarizado cada vez más, y lo vemos también, por desgracia, en la vida colombiana con el asesinato del joven senador Uribe, que tanto dolor ha causado en la sociedad colombiana y en toda América Latina. La solución a esos retos, a la polarización, es el regreso a la defensa de las conquistas y la defensa de las libertades, la defensa de la democracia y de los valores esenciales que hemos ido construyendo desde la posguerra. El orden mundial que se construyó desde la defensa de esas libertades esenciales hay que recuperarlo y también un valor supremo que ahora estamos perdiendo, que es la tolerancia, hermana de la decencia.
Esa intolerancia va de la mano de más extremismos, ¿qué los está potenciando?
El discurso político, por desgracia, ha tendido a alejarse de la concordia y a instalar la discordia como una apuesta retórica constante y creciente, en la que el oponente ideológico se vuelve un enemigo. La tentación de dar ese siguiente paso hacia la violencia es hoy cada vez muy frecuente. Y en una sociedad como la estadounidense, en donde hay cuatrocientas millones de armas en las calles, hay más armas que personas en Estados Unidos, el paso hacia la violencia política implica riesgos enormes, pues basta con que una sola persona tenga acceso al arma adecuada para marcar un parteaguas en la historia del país. Y eso es lo que ha pasado en varios momentos en la historia estadounidense, y lo que ha pasado en la historia colombiana, y lo que ha pasado ahora en la historia del mundo. En Estados Unidos existe un intenso debate sobre el control de armas, que para mí es el factor central. Pero en el resto del mundo debe abrirse otro: el de recuperar la decencia elemental, el reconocimiento de la humanidad y el respeto al derecho a disentir frente al antagonista político, antes que optar por su demonización.
León Krauze, periodista y escritor mexicano Foto:Edwin Romero. EL TIEMPO
¿No es paradójico que al tiempo que suceden casos de asesinatos por violencia política haya discursos que promuevan la tenencia de armas?
Yo no comparto la lectura de quien sugiere que la salida a la violencia es más violencia. Que la salida al problema que implica la posibilidad de comprar y tener armas preservadas para la guerra sea ampliar esa tenencia de armas al mayor porcentaje posible de la población. No lo comparto porque además la evidencia existe y hay una larga lista de países que han hecho lo contrario, que han restringido su acceso. Y el resultado es incontrovertible. No hay duda alguna de que restringir el acceso a las armas reduce la posibilidad de la violencia misma. Por eso, argumentar que la solución para una sociedad crispada, una sociedad que sufre de crimen, una sociedad que sufre de desigualdad, es ampliar el acceso a las armas, me parece, con toda franqueza, irracional.
La solución a esos retos, a la polarización, es el regreso a la defensa de las conquistas y la defensa de las libertades, la defensa de la democracia
¿Usted cómo analiza a Trump, de nuevo, en el partidor político y en el juego geopolítico global?
Hay que entender antes que nada que el Trump que ha ganado la Presidencia por segunda vez, que ha sido reelecto, no es el mismo Trump que ganó la Presidencia en 2016. Es un hombre con más experiencia política, es un hombre que acarrea muchos más agravios y que tiene en el centro de su agenda una retribución no solamente frente a los adversarios políticos, sino frente a quien disiente de su agenda. Se ha rodeado también de un equipo articulado para la confrontación frente a esos adversarios políticos, frente al disenso, que es parte de lo que está protegido por la primera enmienda en Estados Unidos, y también a quien se atreva a plantarle cara en el escenario global. Esa es la peor cara de Estados Unidos en muchos sentidos. Lo único que espero es que la democracia estadounidense logre sobrevivir esta prueba de esfuerzo que significa el gobierno que encabeza Donald Trump.
El presidente de EE. UU., Donald Trump, recibe en la Casa Blanca a Benjamin Netanyahu. Foto:AFP
¿Cree que hay una erosión en las democracias?
La democracia está en crisis en muchos sentidos. No cabe duda de que el eje autoritario encabezado, en gran medida, por la Rusia de Vladimir Putin y respaldado por aliados en distintas partes del mundo, como Hungría, Serbia, El Salvador y, por supuesto, regímenes abiertamente autoritarios o sin siquiera un atisbo democrático, como Venezuela y China, apuesta por la consolidación de un modelo autocrático, uno en el que la democracia haya perdido toda credibilidad, no tenga cabida y la población se incline cada vez más por respaldar el liderazgo de un solo movimiento, un solo partido o incluso un solo hombre. Así que estamos en una verdadera batalla de las ideas. La idea de que la democracia liberal había ganado esa batalla tras la caída del muro de Berlín ha resultado ser una fantasía. Ahora la dinámica de enfrentamientos está entre la democracia y el autoritarismo, lo que ha relevado la batalla entre la derecha y la izquierda, ahora es entre autoritarios y demócratas, y más nos vale a todos que ganen los demócratas.
¿Cuáles son los peligros de que se instalen cada vez más los modelos autocráticos?
Hay varios peligros. Uno de ellos, por ejemplo, es la promesa del autócrata competente, que encarna, por poner un ejemplo evidente en nuestro continente, Nayib Bukele, el presidente de El Salvador, que ha convertido su país en un territorio de paz. Pero a cambio de convertirlo en un país en paz, de reducir la criminalidad, que no es cosa menor, Bukele ha establecido un pacto fáustico con el pueblo salvadoreño, en donde Bukele se ha hecho de todo el poder. Para él, para su grupo, para su partido, ha reducido las libertades, ha amedrentado periodistas, ha perseguido opositores y está solo comenzando, porque él es un hombre muy joven. La pregunta entonces es qué van a hacer los pueblos enfrentados con ese modelo del autócrata competente y, después, qué van a hacer los pueblos cuando ese modelo del autócrata competente realmente demuestre ser lo que han demostrado ser todas las dictaduras: una oligarquía corrupta que, a final de cuentas, no hace más que minar las libertades de su pueblo. Y en esa batalla estamos. Y por eso, aunque incomode, aunque duela, hay que subrayar a tiempo los riesgos de la concentración de poder.
Luis Lacalle Pou, expresidente de Uruguay, conversó con León Krauze en Fasecolda 2025 Foto:Juan David Cuevas. EL TIEMPO
Eso ya lo hemos visto en la historia, solo que hoy hay un ingrediente adicional: la desinformación, las granjas de bots y la inteligencia artificial…
Es un peligro gravísimo y un agravante. Cuando uno da un paso atrás y mira nuestra situación, la desinformación y el papel que están jugando las redes sociales, y la falta de templanza y de contención de las voces en plataformas digitales es un enorme agravante. Si a eso le sumas el lado más tóxico de la inteligencia artificial, pues estamos ante un escenario todavía más peligroso. Y por eso es que creo en la regulación como salida, pero también creo que aquellos que creemos en la templanza, en la libertad, en la democracia, tenemos que alzar la voz para insistir en la importancia de esas conquistas y esos valores esenciales, porque una vez que se pierden son como el aire. No sabía uno que existían hasta que ya no los tiene, como la libertad misma. Por eso hay que insistir en su defensa.
Cambiemos de tema: estamos próximos a que se cumpla el primer año de Claudia Sheinbaum en México. ¿Qué ha pasado tras la salida de AMLO? ¿Qué ha pasado con las políticas de la primera presidenta mexicana?
Hay un contraste muy positivo con el estilo de Andrés Manuel López Obrador, que era un estilo belicoso, confrontacional, violento, que transformó la arena pública mexicana en su peor versión: polarización, recriminación. Hay un periodista y gran comediante, una figura interesantísima en México, Víctor Trujillo, que tiene un personaje que se llama Brozo, que fue amigo de López Obrador mucho tiempo, y luego fue crítico de él. Me dijo: “López Obrador está gobernando desde la desquitocracia”. Así que hay un contraste porque Sheinbaum ejerce el poder con mayor templanza. Sin embargo, en las decisiones importantes ha resultado ser una continuación casi sin quitar una sola coma del proyecto de gobierno de Andrés Manuel López Obrador. Y el ejemplo más importante son las grandes decisiones: la más relevante es la reforma judicial, que ha implicado el desmantelamiento inédito en la historia moderna del mundo de todo el poder judicial mexicano, para reemplazarlo con un poder judicial nuevo, electo en las urnas, pero propuesto y promovido desde el poder. De esta manera, se consolida el control de los tres poderes de la unión bajo el partido oficial y la presidenta. En ese momento Sheinbaum pudo dar marcha atrás, pudo mostrar un talante mucho más incluyente y democrático, y decidió hacer lo contrario. Y por eso creo que, por más que haya un contraste en las formas, en el fondo, la presidenta Sheinbaum simplemente implica un segundo capítulo de la historia del López Obradorismo (sic.)
Claudia Sheinbaum y Gustavo Petro. Foto:Presidencia
¿Qué ha pasado tras esa reforma judicial en México?
Los augurios no podrían ser peores, porque el sistema judicial mexicano necesitaba una reforma, pero no esta reforma. Esta reforma no hace absolutamente nada para remediar los verdaderos retos del sistema judicial mexicano. Al contrario, corre el riesgo de agravarlos. Conforme vaya pasando el tiempo, nos vamos a dar cuenta a qué grado esta reforma ha supuesto un ataque frontal contra las instituciones libres del estado mexicano y contra la democracia mexicana. El expresidente Zedillo me dijo en una entrevista que para él la reforma judicial es un atentado directo contra la democracia mexicana, que supone su desaparición, su erosión definitiva. Y a mí me parece que no exagera, más si tomas en cuenta que el siguiente paso, que ya ha anunciado el régimen, es una reforma electoral que dará marcha atrás a una de las grandes conquistas de México después de la transición democrática, e incluso antes, que era la organización de elecciones desde la sociedad civil, desde un órgano independiente. Ahora el gobierno piensa retomar el control del proceso electoral.
¿Cómo ha visto la política de Sheinbaum sobre la migración histórica de los últimos años hacia Estados Unidos?
La presidenta Sheinbaum hace unos días, en el grito de la Independencia de México, en donde se lanzan arengas que recuerdan a los héroes que nos dieron patria y distintas otras figuras, decidió mencionar a los hermanos migrantes. “Vivan los hermanos migrantes”, gritó. La realidad es que este gobierno, como el gobierno anterior, han desprotegido a los migrantes de manera aberrante. Los recursos que el estado mexicano destina para la persecución de los migrantes en México son inmensamente superiores a los recursos que destina para otorgar ayuda, respaldo, y refugio a esos mismos migrantes. Así que la política contra los migrantes, bajo presión de Donald Trump, la traición de esos valores humanistas que López Obrador dijo defender en su momento e incluso expuso en un libro que escribió en campaña rechazando la política antimigrante. Este giro de 180 grados de López Obrador, y luego de Sheinbaum, supone una traición a la agenda promigrante, o en defensa de los migrantes, que estaba en el corazón de la vida política de López Obrador y de su movimiento durante décadas.
¿Cómo se está viviendo eso ahora en México? Sobre todo, con la migración inversa, que nosotros acá en Colombia también la estamos registrando en el Darién.
La política punitiva del presidente de Estados Unidos, inédita en su magnitud, pero que ya habíamos visto en otras versiones, por ejemplo, en la parte final del gobierno de Joe Biden, que también fue bastante restrictivo, han provocado que en México se viva auténtica desesperación. También se ha reducido el flujo de migrantes hacia la frontera norte, como es natural, pero es ahí donde el Estado mexicano también ha quedado a deber. Porque México siempre ha sido santuario de oleadas de migrantes. Siempre ha sido un sitio en donde la gente que escapa a la miseria o la persecución puede encontrar un buen puerto. Pueden recibir una acogida y construir una vida. Este gobierno no les da eso, sino les da todo lo contrario. De pronto parece que la hostilidad es la política, la estrategia para desincentivar la migración. Y eso podrá ser pragmático, pero es cruel. Y de nuevo, implica una traición de la promesa de política sensible y progresista que estaba en el corazón de la plataforma de este gobierno y del anterior en México.
Migrantes selva del Darién Foto:EFE.
¿Y en políticas ambientales?
Sheinbaum en contraste con López Obrador, dada su vocación científica y demás, ha dado mejores pasos en ese sentido. Pero aún así queda mucho a deber. Por ejemplo, la devastación ecológica que ha supuesto en México el Tren Maya, una construcción de un tren completamente innecesario, ha provocado un daño ecológico enorme. La presidenta Sheinbaum no ha dudado ni un par de segundos en respaldarle su apoyo a ese proyecto de su padre político. De nuevo, a la hora de las decisiones realmente difíciles, ha decidido no romper lanzas. Y es otro aspecto que es motivo de decepción.
¿Cuál es hoy la principal amenaza que tiene la libertad de prensa en este escenario del que hemos hablado?
En buena parte del mundo los periodistas, sobre todo los que ejercen su oficio a escala local, enfrentan dos presiones que coinciden y son gravísimas. Están literalmente entre la espada y la pared. La pared es esta vocación de censura que también ha crecido en los últimos años en México, desde el estado, y en otros países. Y la espada es la amenaza del crimen organizado. México es un país en el que es un peligro absoluto ejercer periodismo. En otros países quizás no existe el riesgo del crimen organizado, pero sí existe un estado, un gobierno cada vez más desenfrenado, cada vez más con menos riendas en su apetito de censura. En Estados Unidos, sin duda es el caso. El gobierno federal en Estados Unidos, que encabeza Trump, ha desatado una campaña de censura y amedrentamiento inédita en la historia estadounidense ese calibre del poder. La libertad de expresión está en riesgo.
¿Y entonces, cómo defender esa libertad tan importante para todos y bastión de las democracias?
Los gobiernos lo primero que tendrían que hacer es reconocer la importancia de una prensa independiente y una prensa crítica. Vuelvo al ejemplo de Nayib Bukele, aunque se pueden sumar otros más de América Latina, como el presidente Petro. Bukele ahora le ha dado por tuitear una frase: “No odiamos lo suficiente a la prensa”. Cuando desde el poder se habla de odio a la prensa, lo que se genera es, primero desconfianza frente al ejercicio del periodismo, que también le ayuda a los a los políticos con propensión autoritaria, y luego un ambiente de enorme riesgo. Los políticos tienen que regresar a sus cabales. No es fácil, ciertamente, y menos en una época en donde parece que el electorado recompensa la polarización. Y en cuanto a la sociedad y los periodistas mismos el camino es retomar la decencia y la capacidad de poner las cosas en su sitio, resistir la urgencia de dar la nota por ganar clics, por tener al suscriptor fácil, al aplauso fácil.
¿Y qué deberían hacer los empresarios para defender estos modelos democráticos?
Varios empresarios, en muchos de nuestros países e incluyo a Estados Unidos, han tratado de llegar a un acuerdo con la tiranía. Tratar de llegar a una suerte de entendimiento con la tiranía. Y esto implica riesgos enormes. Y de nuevo hay que remitirse a la historia. Hay que preguntarles a los empresarios en Venezuela, por ejemplo, cómo les resultó su apuesta de apaciguar al tirano. La empresa tiene un papel que cumplir. Es muy incómodo decir la verdad, pero es lo que hay que hacer: apoyar a quien dice la verdad, respaldar al periodismo libre, denunciar los abusos del régimen cuando hay que denunciarlos. Lo más cómodo es siempre estar del lado del príncipe, aunque el príncipe cometa abusos. Pero la historia juzga. Y el juicio de la historia es, en muchos casos, inapelable. Y por eso, en momentos donde se pone a prueba la templanza y el juicio, hay que estar del lado correcto.
DAVID ALEJANDRO LÓPEZ BERMÚDEZ
@lopez03david – berdav@eltiempo.com
Unidad de Reportajes Multimedia
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