Para la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, fue un aniversario agridulce. Al cumplir su primer año en el poder, su índice de aprobación se elevó hasta 71,6 por ciento –diez puntos más que en octubre de 2024, según la encuesta Mitofsky– y, a nivel de prestigio, analistas internacionales le han reconocido su habilidad para lidiar con Donald Trump, su caprichoso vecino del norte. Pero el continuo destape de gravísimos casos de corrupción en el gobierno de su antecesor y padrino, el expresidente Andrés Manuel López Obrador, puede derivar en una crisis política que la debilite, la distancie de él y golpee a Morena, el partido de ambos.
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En 2019, López Obrador se precipitó a cobrar un triunfo en la lucha contra el delito: haber acabado con el ‘huachicol’, la extendida práctica de robo de petróleo, contrabando de combustible y fraude fiscal, que llevaba décadas. La palabra ‘huachicol’ se popularizó en México en los años 50 para denominar una bebida alcohólica adulterada.
Con la llegada del nuevo siglo, y ante la extensión del robo a los ductos y camiones de la poderosa empresa estatal Petróleos Mexicanos (Pemex), y la gigantesca evasión tributaria consecuencia de su contrabando por la frontera con Estados Unidos, los medios comenzaron a hablar de ‘huachicol fiscal’ y a llamar ‘huachicoleros’ a quienes lo practican y afectan con ello un pilar de las finanzas públicas del país.
La serie continuada de noticias sobre cómo el ‘huachicol’ no se acabó en 2019, sino que aumentó y sofisticó sus modalidades en los años siguientes, en el mandato de López Obrador (2018-2024), ha ensuciado la reputación del exmandatario, que dejó el poder con 77 % de aprobación (encuesta Enkoll), y ha salpicado a estrechos colaboradores como su entonces secretario de Gobernación, Adán Augusto López Hernández, así como a tres hijos del exmandatario, quienes, además, exhiben un tren de vida de considerable riqueza.
El expresidente de México, Andrés Manuel López Obrador. Foto: EFE
Aunque los señalamientos en su contra venían de tiempo atrás, la situación del exsecretario López Hernández se agravó tras la captura, el 12 de septiembre en Paraguay, del fugitivo Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad de López Hernández cuando este se desempeñó como gobernador de Tabasco, estado del sureste de donde también es originario el expresidente López Obrador.
Contra Bermúdez Requena pesaba una orden de captura internacional como líder de la banda criminal ‘la Barredora’, vinculada con el peligroso cartel de las drogas de Jalisco y actor central del ‘huachicol’ en Tabasco. Bermúdez es acusado por asociación delictiva, secuestro y extorsión, entre otros delitos, y se expone a una condena de 158 años de prisión.
Que el secretario de seguridad de Tabasco, cuya misión era justamente combatir a las mafias, convirtiese ese cargo en centro de comando de una temida banda delincuencial ha golpeado duramente la imagen de López Hernández y, de carambola, la de su jefe político, el expresidente López Obrador. Bermúdez ha sido un activo militante del Movimiento de Regeneración Nacional, Morena, el partido de izquierda creado por López Obrador en 2011, mientras que López Hernández lidera la bancada de ese partido en el Senado.
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Austeridad republicana
“Yo lo nombré en un momento de crisis de seguridad en diciembre del 2019 y nunca, durante el ejercicio de mi gobierno, tuve algún indicio o alguna sospecha”, declaró López Hernández en agosto, cuando Bermúdez había huido del país. Pero sus líos distan mucho de limitarse a las actividades criminales de su mano derecha en Tabasco. López H. se ha visto obligado a explicar ingresos por más de 79 millones de pesos mexicanos (más de US$ 4 millones), registrados en su declaración de renta de 2024, cantidad que no se compadece con su salario y prestaciones como senador, que apenas superaron ese año los US$ 100.000.
El senador sostiene que eran ganancias por asesorías y negocios particulares, pero sin detallarlos, mientras revelaciones de los medios lo vinculan con oscuros contratos por más de 30.000 millones de pesos mexicanos y giros de empresas fantasmas a compañías vinculadas a su entorno que, en 2024, suman una cifra cercana a los mismos 79 millones que declaró, según datos de la web Region Global.
Gerardo Fernández Noroña, miembro del partido Morena. Foto: Facebook Gerardo Fernández Noroña
Tan dudoso enriquecimiento sería un caso aislado si, al mismo tiempo, un segundo líder de Morena, Gerardo Fernández Noroña, otro fiel de López Obrador y quien ocupó la presidencia del Senado hasta el 31 de agosto, no estuviese acusado de amasar una fortuna que incluye una mansión en Tepoztlán, cerca de la Ciudad de México, avaluada en unos US$ 700.000.
Como ocurre con otros dirigentes de Morena y con sus familias, Noroña ha hecho gala de viajes internacionales en primera clase, autos de lujo y un nivel de gastos que dista mucho de la “austeridad republicana” que López Obrador ha predicado por años como regla para sus copartidarios. La actitud desafiante de Noroña ante los periodistas poco le ha ayudado. En agosto, cuando le cuestionaron su lujosa residencia y su tren de vida, respondió: “Díganos en dónde debemos vivir, díganos qué vehículo tenemos derecho a usar, díganos en qué lugar tenemos derecho a comer”.
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Otros dirigentes del partido de López Obrador y de Sheinbaum están en problemas por el mismo tipo de exhibición de lujo por sus familiares. “Los hijos de figuras prominentes de Morena protagonizan escándalos que exponen una élite privilegiada”, escribió este fin de semana la revista Proceso, en referencia a varios casos como el que involucra a María Monreal, hija de Ricardo Monreal, líder del partido en la Cámara de Diputados, grabada en video hace pocos días en París, en un asiento privilegiado en un desfile de la Semana de la Moda.
Hoteles y restaurantes de lujo, viajes en primera clase y jet privado, costosa ropa y llamativos accesorios de marca, además de mansiones y vehículos de alta gama, aparecen con frecuencia en las cuentas en redes sociales de los familiares de destacados dirigentes de Morena. En un país donde 38 millones de personas viven en la pobreza, estas demostraciones, así como los recurrentes escándalos de corrupción de altos funcionarios morenistas, han afectado el respaldo al movimiento, cuya aprobación cayó de 51 % a 45 % entre mayo y octubre, según un sondeo de Enkoll.
Claudia Sheinbaum, presidenta de México. Foto: EFE
En un artículo publicado en 2016 en el diario Reforma, López Obrador, entonces candidato presidencial de Morena, escribió que “el mejor consejo y la enseñanza mayor que uno puede dar a los seres queridos es la del desinterés por lo material”. Y agregaba: “La satisfacción más grande (…) es contar con hijos honestos, que hagan de su vida una línea recta y lleven a la práctica sentimientos sinceros de amor al prójimo, en especial, a los débiles, pobres y humillados”.
Todo queda en familia
Nueve años después, José Ramón, Andrés Manuel y Gonzalo López Beltrán, los tres hijos que el exmandatario tuvo con Rocío Beltrán, su primera esposa, fallecida en 2003, son noticia en los medios por su vida de lujos, los favores recibidos de contratistas y sus nexos con el escándalo del ‘huachicol fiscal’, que contradicen los consejos paternos.
José Ramón, el hijo mayor, fue el primero en causar ruido: en 2022 salió a la luz que ocupaba con su esposa una lujosa residencia en Houston, Texas, propiedad de un alto ejecutivo de Baker Hughes. Según revelaciones de la ONG Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad (MCCI), solo en los primeros cuatro meses de su estadía en la mansión, Pemex otorgó 27 contratos a Baker Hughes. José Ramón no aprendió la lección: este año fue fotografiado en plan de descanso en un lujoso resort propiedad de otro contratista de Pemex.
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Andrés Manuel Jr., quien funge como secretario de organización de Morena, está en boca de millones de mexicanos por unas vacaciones de gran nivel en Japón este verano. Más de 10.000 dólares gastados en cuestión de horas en un spa y en una costosa cena causaron indignación, pero no tanto como su explicación: necesitaba ese descanso tras “las extenuantes jornadas de trabajo” en el partido. Su relación con Japón no es nueva, ya que el año pasado adquirió para su casa en México una obra de la afamada artista Yayoi Kusama, valorada en más de US$ 30.000: nada que ver con el “desinterés por lo material” que su padre asegura haberle enseñado.
Más grave aún, Andrés Manuel Jr. y su hermano Gonzalo han sido vinculados a las pesquisas sobre el huachicol fiscal, un expediente que podría enredarlos en una actividad criminal de connotaciones mafiosas. Además, Gonzalo fue mencionado como eje de una red de tráfico de influencias que habría sido clave para la contratación del Tren Maya, megaobra bandera del mandato de su padre. Un sondeo del portal Latinus en abril indicaba que 68 % de los encuestados aprobaba que investiguen a los hijos de López Obrador, y 62 % aprobaba que indaguen al exmandatario.
Todo esto es un lío para la presidenta Sheinbaum. Primero, porque al menos uno de los afectados, el senador López Hernández, ha insinuado que las publicaciones en su contra nacen de filtraciones del propio gobierno de la mandataria, quien en 2023 tuvo en López H. a uno de sus rivales por la candidatura presidencial de Morena. Y segundo, porque lentamente se ha ido abriendo una brecha en el partido, entre amigos y enemigos del senador, una ruptura que, por el camino, puede deteriorar la relación de la presidenta con López Obrador.
Tren Maya de México. Foto: Twitter @TrenMayaMX
Por ahora, Sheinbaum ha evitado hacer declaraciones sobre los casos de corrupción, lo mismo en lo relacionado con López Hernández que con los hijos del expresidente. Pero si el destape continúa, su silencio y sus respuestas evasivas pueden un día resultar totalmente insuficientes, mientras que, si se decide a expresar lo que piensa, corre el riesgo de disgustar con sus dichos a su antecesor.
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